Francisco de Goya
Goya (1746-1828) es un caso aparte en la historia del grabado español tanto por su formación como por su trayectoria. Tan pronto como aprendió a manejar la técnica del aguafuerte, se aventuró a reproducir las pinturas de Velázquez, su artista más admirado. Su gusto por la experimentación lo llevó a trabajar el aguatinta, técnica que empleó para complementar sus grabados al aguafuerte, así como a probar distintas resinas, tiempos de exposición de los ácidos y las terminaciones del bruñidor.
La estampa El caballo raptor o Disparate desenfrenado ha sido interpretada generalmente como una alegoría de la pasión sexual, de la mujer que se deja llevar a lomos de ésta, aun a riesgo de ser por ella devorada, y se ha puesto en relación con la leyenda del hombre embrujado convertido en caballo que mata al esposo para raptar a la mujer.
La temática de los grabados de Goya no hace más que consolidar su obra como la de un genio. En sus composiciones volcaba libremente la crítica social y política del país. Eran trabajos realizados para su propio disfrute, lo que hizo que apenas alcanzaran difusión en su época. Quedaron relegados durante años al olvido y se editaron después de su muerte. Esa personalísima visión del artista sobre estos trabajos dificulta la comprensión de su significado, sin embargo muy pronto se entendió la modernidad de sus originales aportaciones estéticas y su influencia posterior se puede apreciar incluso en el cine. Los Desastres de la Guerra (1810-1814) con ochenta y dos grabados, y Disparates o Proverbios (1815-1819) de veintidós grabados, son dos de las series más conocidas.