Siglo XV. Salamanca. Los impresos de Nebrija.
Como en 1218 se habían fundado las «scholas Salamanticae», germen de la Universidad de Salamanca, cuando esta ciudad vio la impresión del primer libro en 1480, los estudios estaban ya muy consolidados y se contaba con una buena población de estudiantes y profesores, por lo que un negocio como el de la imprenta encontró un mercado seguro.
La imprenta incunable salmantina se caracteriza por el anonimato de sus impresores. Dos fueron los talleres principales en la ciudad durante este tiempo: el impresor de las Introductiones Latinae, de Nebrija, y el de la Gramática castellana, también de Nebrija. Se ha llegado a suponer que el propio Nebrija pudo estar al frente de estas imprentas y que omitió su nombre porque, como catedrático de la Universidad, no quiso aparecer vinculado en un oficio artesanal como era la impresión de libros, pero hoy, gracias a la historiadora María Antonia Varona García, se sabe que al frente de ellos estaban Alonso de Porras y su hijo Juan de Porras, respectivamente.
En el primer taller se imprimieron las Leyes que los muy altos e muy poderosos principes los Reyes nuestros sennores feszieron e ordenaron en las cortes de la muy noble cibdad de Toledo en 1480. La obra Introductiones Latinae, del humanista sevillano, es una gramática latina que sirvió de libro de texto en la universidad, y aunque salió de la prensa por primera vez en 1481, en la Biblioteca de Castilla-La Mancha se conserva el único ejemplar conocido de la edición de 1482.
Los impresos de este taller se caracterizaron por la ausencia de grabados y los espacios en blanco para iniciales manuscritas, rasgos ambos muy característicos de los primeros incunables.
La Gramática castellana de 1492 fue la obra que dio nombre al segundo taller. Nebrija realizó en ella un estudio de las normas de la lengua castellana, convirtiéndola en la primera gramática de nuestro idioma y la primera, además, en lengua vulgar. De este taller también salió, en 1499, Coronación compuesta por el famoso poeta Juan de Mena al muy ilustre cavallero don Yñigo Lopez de Mendoça Marques de Santillana, en la que se puede apreciar cómo iba evolucionando la edición del libro al añadirle el título al comienzo, lo que constituiría la portada, y grabados en madera acompañando al texto.